Cuba en 2025: un país al borde del colapso silencioso.


Un país que sobrevive, no que vive

Cuba llega a 2025 sumida en una de las crisis más profundas de su historia reciente. Lo que comenzó hace años como una recesión temporal se ha transformado en un deterioro estructural que afecta todos los pilares de la nación: la economía, los servicios básicos, la demografía y el tejido social.

Los discursos oficiales hablan de “resistencia” y “esfuerzo colectivo”. Sin embargo, detrás de esas consignas se esconde una realidad dolorosa: millones de cubanos sobreviven entre la escasez, los apagones y la desesperanza.


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Una economía sin oxígeno

Según cifras del propio Ministerio de Economía y Planificación, la economía cubana cerró 2024 con una contracción del 1,1 %, tras una caída del 1,9 % en 2023. Para 2025, el gobierno proyecta un crecimiento del 1 %, pero los analistas internacionales coinciden en que ese repunte es más estadístico que real.

El país padece una crisis energética crónica: los apagones diarios paralizan la producción industrial, afectan hospitales, escuelas y viviendas. Las colas para obtener combustible son parte del paisaje habitual.

A esto se suma una inflación persistente, estimada entre 20 % y 30 % anual en los mercados oficiales, aunque en el mercado informal los precios de productos básicos se han multiplicado hasta por diez en los últimos dos años.

Los salarios del sector estatal —que aún concentra la mayoría del empleo— no superan los 4.000 pesos mensuales, equivalentes a menos de 15 dólares al tipo de cambio informal. “El dinero no alcanza ni para comer tres veces al día”, confesó un trabajador de la salud en La Habana bajo condición de anonimato.


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Escasez y deterioro de los servicios

El desabastecimiento sigue siendo una de las mayores preocupaciones de la población. Faltan alimentos, medicinas, productos de higiene y combustible. Las tiendas en moneda libremente convertible —a las que muchos no pueden acceder— se han convertido en el símbolo más visible de la desigualdad.

Los servicios públicos se encuentran al límite. La atención médica, que fue durante décadas el orgullo del sistema cubano, sufre por la falta de medicamentos, equipos y personal. En las farmacias, los estantes vacíos se han vuelto la norma.

La educación, otro bastión histórico, enfrenta una fuga de docentes y el deterioro de la infraestructura escolar. Las aulas vacías son el reflejo de un país que envejece y pierde a su juventud.


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La otra pandemia: pobreza y migración

El Observatorio Cubano de Derechos Humanos estima que el 89 % de los hogares vive en condiciones de pobreza extrema y que siete de cada diez cubanos deben suprimir alguna comida al día.

“Ya no se trata de sobrevivir, sino de resistir al cansancio, a la tristeza, a la falta de futuro”, dice María Elena, una jubilada de 67 años que sobrevive con una pensión equivalente a 8 dólares mensuales.

La consecuencia más visible de este panorama es el éxodo migratorio. Miles de cubanos siguen abandonando la isla cada mes. Solo entre 2022 y 2024, más de 600.000 personas emigraron, la mayoría hacia Estados Unidos, México y España.

Este flujo masivo ha provocado una crisis demográfica sin precedentes: Cuba cuenta hoy con menos de 10 millones de habitantes, su población más baja en seis décadas. Los nacimientos han caído a cifras históricas —apenas 71.000 en 2024—, mientras las muertes superaron las 120.000.

El país se ha convertido en una de las sociedades más envejecidas de América Latina, con una cuarta parte de su población mayor de 60 años.


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El turismo ya no salva

El turismo, principal fuente de divisas, tampoco logra levantar vuelo. Aunque el gobierno esperaba alcanzar cifras pre-pandemia, el flujo de visitantes internacionales se ha mantenido muy por debajo de lo proyectado.

Los apagones, la escasez, la inseguridad y el deterioro de la infraestructura hotelera han mermado la imagen del destino “Caribe socialista”. Los pocos turistas que llegan lo hacen más por curiosidad histórica que por comodidad o calidad de servicios.


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Políticas insuficientes y falta de transparencia

El gobierno ha anunciado medidas de “reordenamiento económico y social”: ajustes salariales, reformas del sistema empresarial estatal, estímulos a la inversión extranjera y ampliación del trabajo privado. Sin embargo, la falta de transparencia y el control centralizado del poder dificultan su efectividad.

Organismos internacionales y economistas cubanos independientes coinciden en que sin una reforma estructural profunda, el país no podrá salir de la crisis.

A pesar de los discursos oficiales, el ciudadano de a pie siente que la distancia entre el Estado y el pueblo nunca ha sido tan grande.


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Un pueblo que resiste

Pese a todo, Cuba sigue en pie.
En los barrios, la solidaridad cotidiana sustituye lo que el Estado ya no puede ofrecer. Vecinos que comparten lo poco que tienen, jóvenes que crean pequeños negocios informales, artistas que expresan en sus obras el dolor y la esperanza de una nación cansada, pero viva.

La resistencia cubana ya no es ideológica, sino humana.


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Conclusión: un país en la cuerda floja

Cuba enfrenta en 2025 una encrucijada histórica. La crisis no es solo económica: es moral, generacional y social.
La pobreza y el éxodo amenazan con vaciar la isla, mientras el desgaste institucional erosiona la confianza de la población.

El futuro dependerá de la voluntad política de transformar, abrir espacios de libertad económica y civil, y escuchar las voces que durante años fueron silenciadas.

El pueblo cubano ha demostrado una capacidad infinita de resistencia. Pero ya no basta con resistir.
Cuba necesita —y merece— vivir, no solo sobrevivir.

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