En el corazón de Campeche, México, existe una de las tradiciones más singulares y conmovedoras del Día de Muertos: la limpieza de los huesos de los difuntos. En el pueblo de Pomuch, perteneciente al municipio de Hecelchakán, cada año las familias se reúnen en los cementerios no solo para recordar a sus muertos, sino también para limpiar y cuidar sus restos óseos, en un ritual lleno de respeto, amor y continuidad cultural.
Un rito ancestral de amor y memoria
Esta costumbre tiene raíces mayas y se mezcla con las tradiciones católicas que llegaron durante la época colonial. Para los habitantes de Pomuch, los muertos nunca se van del todo: permanecen cerca, y su memoria se mantiene viva a través de este gesto de cuidado.
Cada año, unos días antes del Día de Muertos (1 y 2 de noviembre), las familias visitan el panteón del pueblo para abrir las pequeñas cajas de madera o “osarios” donde reposan los restos de sus seres queridos. Con delicadeza, limpian cada hueso con paños nuevos, retirando el polvo acumulado, y colocan los restos sobre lienzos bordados con los nombres del difunto.
Una comunión entre vivos y muertos
La limpieza de los huesos no se percibe como algo macabro, sino como una muestra de cariño y respeto. Se conversa con los difuntos mientras se limpian sus restos, se les cuentan las novedades del año, se colocan flores, veladoras y alimentos típicos como pan de muerto o pibipollo.
Para los pobladores, este acto simboliza que la persona sigue siendo parte del hogar y la comunidad, que la muerte no es un final, sino una forma distinta de presencia. Se dice que si los huesos no se limpian, el alma del difunto se entristece, por lo que mantenerlos cuidados es una forma de mantenerlos felices en el más allá.
Herencia cultural viva
A pesar de los avances y la modernidad, esta tradición ha sobrevivido gracias al orgullo de los pomuchenses, quienes ven en ella una parte esencial de su identidad. Incluso los jóvenes participan, aprendiendo desde pequeños a realizar la limpieza con respeto y a no temerle a la muerte.
La limpieza de los huesos en Pomuch ha atraído la atención de antropólogos, fotógrafos y turistas de todo el mundo, quienes se sorprenden al presenciar una relación tan íntima y serena con la muerte. Sin embargo, para los pobladores, no es un espectáculo, sino una ceremonia de amor eterno.
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